Ayer me miró A. desde millones de kilómetros de distancia al
sur conectados por una pantalla sostenida entre nuestras manos y me dijo: ¿y si
no te lo digo no sabes que te amo? Por unos segundos me sentí confundida. Sí,
sí lo sé, le contesté enojada y después de contener todo lo que podía, todo lo
que quería decir, colgué.
No todos los días necesito escuchar que me ama. Hay días en
los que necesito escuchar en que me quiere bajar los calzones y meterme la mano
entre las piernas hasta sentirme húmeda, hasta que me venga. Hay días en los
que necesito oírlo decir que me odia un poco por ser tan independiente y que
detesta imaginarme riendo, hay otros en los que me gustaría que me dijera que
extraña verme de lejos, especialmente cuando me siento a leer y estoy ausente…Y mi voz no te toca…
The love words, la chanson del amour, ¿quién no necesita
escucharla? incluso aquellos cuyo corazón destrozado los hace jurar que
nunca-nunca-nunca volverán a amar, hasta esos, se detienen a escuchar palabras
de amor. Las palabras de amor son la belleza de nuestros días, gotas de rocío
en las flores de la madrugada, eternas aun con todo el tiempo encima, aun con
la contaminación, el estrés, el tráfico de viernes, los trámites en Hacienda.
Son únicas, aunque son las mismas desde que hace miles de años cuando alguien
inspirado por una sombra las pudo articular.
Las palabras invocan al amor, lo traen desde las
ondas profundidades del inconsciente, le rascan la cabeza despertándolo y
quizá por éso pareciera por unos minutos que es dócil, pero no nos andemos con calma sobre las aguas del amor, pues es un río crecido que pide vivirse con temeridad.
Te amo.
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